miércoles, 28 de diciembre de 2011

Duodécimo capítulo.



¿Me sigues o qué?


Querido diario:

La semana ha transcurrido sin ningún problema. Algo de calma en mi vida, menos mal. El problema es que a la vuelta de la esquina se presentan los exámenes y tengo un miedo terrible. Nunca me había pasado antes, pero, supongo, que como no me noto preparada esto parece que me va a costar más.

Sin embargo, hoy hubo un cambio en mi vida. Hoy, cuando salía de la Universidad, en la puerta de la misma me encontré a un chico esperando. Cómo no… era Dan. El corazón me dio un vuelco y mi mente pensó: “Tranquila Kate, esto que sientes es normal, no pasa nada, tú puedes con esto y más. Venga Kate tranquilízate o se dará cuenta…” Él parecía abstraído mirando su móvil y no se percató de mi presencia hasta estar a escasos centímetros de él.

- Hola, ¿no? – Dije sonriendo.
- Lo siento, hoy soy yo el despistado. ¿Qué tal estás? – Preguntó con interés.
- Bien, aunque la verdad que un poco agobiada por los exámenes. ¿Tú qué tal? – Curioseé.
- Pues andamos en las mismas, aunque no venga a clase yo también tengo exámenes, pero de momento creo que los llevo bien – Sonrió.
- Espera… ¿Estudias en esta Universidad y yo no lo sabía? – Pregunté atónita.
- Sí – Volvió a sonreír – ¿Tan raro es?
- No, solo que no lo sabía y me sorprendió la idea. Pensaba que me estabas siguiendo porque como no paramos de encontrarnos – Reí.
- No estaría mal, así me encargo de que no te metas en problemas. – Dijo bromeando.

En ese momento pasó por nuestro lado Susan, con esa cara de arpía que solo puede poner ella. Seguramente que si su poder fuera rayos láser ni Dan ni yo estaríamos vivos aún. Su mirada se nos clavó como si fueran dagas. Tras un grupo de gente aparecieron mis amigos. Les presenté cordialmente a Dan y nos fuimos todos juntos a dar una vuelta. Parecíamos el grupo de los fantásticos. No parábamos de comentar las curiosidades de nuestros poderes y los de “los otros”. Es genial poder compartir esto con alguien más.

¡Buenas noches querido diario!

martes, 6 de diciembre de 2011

Undécimo capítulo.


¡El chico misterioso tiene nombre!

Parecía que desde ese día que me salvó la vida todo giraba en torno a él. Parecía como que tenía un sexto sentido para encontrarme. O quizás yo era la que tenía el sexto sentido para atraerle. No estoy muy segura, solo sé que estaba ahí conmigo, en el paso de peatones y me quedé paralizaba, inmóvil. La sangre dejó de fluir por mis venas porque mi corazón se fue de vacaciones al menos unos segundos. Hasta que su gesto de: “te puedes quitar las cascos para que me escuches” hizo que reaccionara en seguida y algo titubeante logré decir:

- Lo siento no me di cuenta que seguía con los cascos. A veces soy demasiado despistada.
- Sí, ya lo he notado y, además, también te gusta mucho el peligro. – Dijo con una sonrisa.
- Bueno… solo fue una vez, ¿por qué me dices que me gusta al peligro? – Pregunté extrañada.
- De cierta forma, me he comparado con el peligro. Desde que te salvé aquél día no sé por qué extraña razón pero hace que te encuentre en todos los sitios, es algo muy raro la verdad. Jamás me había pasado con nadie. – Fue su respuesta y continuó. – Bueno, ¿y qué estás haciendo por aquí? ¿Tenías algún plan para hoy?
- Pues… la verdad que nada especial. Pensaba ir al paseo marítimo a observar a las personas pasar. Pensarás que es una estupidez pero es algo que suelo hacer muy a menudo. Cada día voy cambiando de lugar y me siento por ahí mirando a las personas que pasan. – Contesté algo tímida, ya que no se lo había contado jamás a nadie.
- No, no me parece estúpido, yo también suelo hacerlo o, más bien, lo hacía cuando era más pequeño. Supongo que con la edad uno se va cansando de hacer lo mismo sin ver algún resultado que le entusiasme. – Sonrío de medio lado.
- Pues yo no me canso, será porque lo que me aporta la gente que observo me llena por dentro y me hace sentirme… no sé… un poco más viva, un poco más integrada en la sociedad. Suelo ser una persona solitaria, pero no por miedo a nada, sino porque siento que no encajo en muchos sitios. Mi grupo de amigos es todo con cuanto me relaciono, de resto… poco más tengo que decir. – Suspiré.
- Y, ¿acaso eso te supone un problema? Quiero decir… la soledad no es mala. Las personas tienden a obsesionarse con compartir su vida eternamente con alguien sin mirar quién es ese alguien. Se adentran en relaciones fallidas una y otra vez para poder sentirse vivos, sentir que algo les complementa. Pero no lo hacen a conciencia, no lo hacen pensando qué es lo que buscan, o qué es lo que quieren de verdad. Y comienzan a fracasar y así una y otra vez. Hasta que al final se sienten mal consigo mismos porque no han sido capaces de llenar ese hueco. Desde pequeño yo siempre he tenido algo claro: para amar a alguien, debemos de amarnos a nosotros mismos primero. Ya luego debemos de saber qué buscamos, y seguidamente buscar esa… – Paró de repente.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué te has parado? – Quise saber.
- Lo siento, a veces hablo demasiado y creo que puedo aburrir con tanta filosofía, son tonterías que no tienen ni sentido muchas veces. Perdona si caigo pesado. – Contestó apurado.
- No tienes que justificarte, yo también suelo filosofar mucho. Pero más bien conmigo misma, así que siempre viene bien escuchar a alguien que piense igual. – Sonreí.
- Bueno, simplemente decía que cuando sepamos qué queremos pues debemos de buscar a la persona que más se ajuste a lo que deseamos. Así es como seremos y podremos ser felices con otra persona, de lo contrario, todo saldrá mal.

Nos pasamos toda la tarde hablando de infinidad de temas, evaluamos a la gente que pasaba, nos reímos con algunas bromas que dejábamos caer cuando no estábamos tan serios como antes. Fue, lo que se suele decir, una gran tarde.

¡Ah! Por cierto, se me olvidaba, se llama Dan, así que ya dejará de ser el “chico misterioso del poder inmortal”

jueves, 6 de octubre de 2011

Décimo capítulo.


Día de Universidad.

Querido diario:

Hoy ha sido el primer día que he vuelto a la Universidad después de mi pequeño “percance”. Hoy ha sido el primer día que les he vuelto a ver la cara a esos miserables, porque no tienen otra forma de llamarse. Como siempre sentados en la escalera criticando a todo aquél que pasara cerca de ellos. Se creen los amos del lugar y algún día eso tendrá que cambiar. Y espero que ese día no ande muy lejos.

Hoy mis amigos se han dado cuenta de la gravedad del asunto. Hoy se han dado cuenta de todas las magulladuras y los golpes que tengo por mi cuerpo y todavía están asombrados porque he conseguido sobrevivir. Créeme yo también lo estoy. Ese chico… ese chico tan especial… ¡Espera! Nunca me dijo su nombre. Estamos otra vez en las mismas, “El chico misterioso del poder inmortal” ¡Pues vaya nombre…! Llevo días pensando en él y en esa extraña atracción que me produce. Bien es verdad que siento algo especial con todo aquél que tiene poder, pero con el es como más… fuerte, más intenso… ¿Qué te está pasando Kate? ¡Bufffff! – Eso pensaba mientras estuve en mis eternas tres horas de clase, mirando cada tanto el reloj y viendo cómo a la manecilla le costaba más moverse un segundo. Pensé que jamás acabaría esa hora, pensé que moriría ahí mismo y entonces desperté del lapsus. La clase había acabado y mis compañeros se agolpaban en la puerta, deseosos de ver el mundo exterior de nuevo.

Yo caminaba con los cascos puestos. La música un poco más alta de lo normal y abstraída de mis pensamientos. No quería pensar más, porque siempre caía en el mismo tiempo. “Mis súper veinte”. Por lo que, me era mejor evadirme un poco del mundo real. Y en un paso de peatones cerca de casa… ¡ZAS! Alguien me toca el hombro y al volverme le encontré a él ahí…

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Noveno capítulo.



El chico misterioso.

Querido diario:

Hoy me he despertado mejor que ayer. Pero sin duda este dolor de cabeza y todas estas magulladuras de mi cuerpo hacen que me duela hasta respirar… Supongo que es normal.

Sinceramente, recuerdo poco de aquello, pero se me ha quedado grabado en la mente ese chico tan raro. Era el mismo que observé una vez en el parque, tenía una mariquita en la mano. Una extraña energía mana de él y todavía no sé exactamente por qué, pero es algo que me fascina. Como la luz para los insectos, que se quedan hipnotizados por su brillo, pero espero no correr la misma suerte que ellos.

Cuando desperté de todo el barullo que me había pasado, estaba en una cama en una habitación oscura. Pero era muy acogedora, tenía una decoración muy moderna y que llamaba la atención. La cabeza me dolía más que nunca y era como si toda una banda de trompeteros estuviera estallando en ella. Intenté moverme pero me dolía todo el cuerpo y no pude evitar gemir del dolor. Apareció él en escena cinco segundos más tarde de mi sonido.

- No deberías de hacer eso, estás muy débil y tienes muchas heridas. – Dijo muy seriamente.
- Gracias, pero creo que sé apañármelas sola la verdad. – Me hice la dura como siempre.
- ¿Seguro? Si quieres te vuelvo a dejar con ellos a ver qué tal te las apañas ahora – Ironizó.
- Vale… tienes razón ahí no estuve muy fina, pero eran muchos contra mí, ¿qué podía hacer? – Pregunté.
- La próxima vez no ir sola a esas horas y mucho menos por esas calles. Es, por así decirlo, su territorio y cuando alguien que les es non grato sufren las consecuencias como tú. Aunque en realidad, creo que te conocían, ¿no? – Preguntó. – Al menos… esa impresión daba ya que gritaban tu nombre.
- Sí, están todos en mi Universidad… pero no nos llevamos muy bien como has podido comprobar. No sé por qué fueron contra mí. – Me sinceré.
- Puede que tengas algo que ellos quieran o que te encuentren como una amenaza… He recogido a varias personas de sus garras pero a ti es a la peor que han dejado. Estaba prácticamente muerta cuando alcancé a cogerte. – Explicó.
- ¿Muerta? ¿Y porque ahora mismo me siento “tan bien”? Quiero decir, aparte de los dolores no me siento como una zombie o como una persona que ha resucitado. – Me extrañé.
- Bueno… tú no eres normal. No eres la única, y, además, lo sabes y lo has podido comprobar. Yo también soy de tu clan, por así decirlo. Yo también tengo mis poderes y mis secretos. Por eso estás aquí, gracias a mí y a mi poder. – Me sacó de dudas.
- Tu… ¿poder? ¡Espera, espera, espera! ¿Tú también puedes hacer algo? – Pregunté escandalizada. Por esa razón era tan misterioso para mí. Me pasa siempre con las personas que tienen poderes…
- No soy de los que revelan esto tan fácilmente pero creo que en ti puedo confiar. Estás en el lado de “los buenos”. Tengo el poder de resucitar a los muertos y también poseo la inmortalidad – Confesó.
- ¡Hala! ¿De verdad? Por eso me has podido salvar a pesar de que estuviera casi muerta… – Empecé a encajar todas las piezas.

Estuvimos hablando largo y tendido de cosas que no tienen la mayor importancia ahora, un poco de gustos, de formas de pensar y de ver la vida. Sobre nuestros poderes, sobre si conocemos a alguien más que sepa hacer algo y demás. Poco interesante pero muy largo como para andar contando. Serían muchas y muchas hojas.

PD: Sé que me mataré cuando en un futuro vuelva a leer esto, pero… ese chico tiene algo que me mata por dentro y me deja sin respiración. Casi igual que estas heridas que tengo ahora que no me permiten hacerlo…

domingo, 18 de septiembre de 2011

Octavo capítulo.


Los desastrosos veinte.

Querido diario:

Siento escribirte tan tarde. No he tenido mis súper veinte años como me esperaba. Tengo un golpe en la cabeza que hace que no pueda mantener la vista fija en algo mucho tiempo sin que me estalle. Además, algunos cortes y rasguños en los brazos y en las piernas. Vale, vale, te contaré desde el principio.

Tuvimos una cena magnífica, los chicos me regalaron una polaroid. Algo que hacía décadas que quería. ¡¡Por fin, ya en mis manos!! Sacamos algunas fotos como recuerdo de ese momento. Luego, nos fuimos de fiesta. La discoteca estaba algo más llena que de costumbre, pero no fue algo que nos importara. Pasamos una noche genial. Sin embargo, teníamos que volver de regreso a casa.

Eran las cinco de la madrugada y, aunque no sea santo de mi devoción divagar a esas horas, nunca me había importado. Es más, Kevin y Susan me acompañaba, ya que éste se quedaba a dormir en la casa de ella.

Cuando nuestros caminos se separaron, justo en el cruce que hace que tomemos direcciones diferentes, todo iba bien. O al menos al principio. Pero… más tarde esa sensación, ya tan familiar para mí, me recorría de punta a punta la columna, dejándome sin respiración y con escalofríos.

Me cortó el paso Ben, el chico rubio del grupo de Grace, pero no sólo uno. Se había triplicado. Tres Ben me cortaban el paso por delante. Detrás tenía a los dos hermanos, Eric y Alyson. Él estaba algo más alejado pero en un segundo se colocó cara a cara conmigo. El que faltaba era Jason que su mirada hizo que poco a poco dejara de sentir los pies, las piernas, las manos y los brazos. Me había dejado petrificada. Después de aquello no recuerdo mucho más que golpes por varias partes de mi cuerpo u una voz lejana, pero no conocida, que decía que me dejarán en paz.

No sé exactamente qué pasó después pero los golpes, insultos y burlas se apaciguaron y silenciaron en mis oídos. Lo siguiente que recuero es que él me llevó en brazos…

Lo siento, mi cabeza me pide una tregua. No aguanto más este dolor. Me voy a descansar, mañana te contaré quién era ese chico misterioso.

domingo, 7 de agosto de 2011

Séptimo capítulo.

¿Sabes algo de ellos?

Querido diario:

He descubierto quienes eran los del otro día. La pareja extraña de la que te hablé.

Hoy me dirigía a clase como un día más de Universidad; allí estaban ellos, sentados en las escaleras de la entrada. Sin embargo, no estaban solos. Junto a ellos se encontraban Grace y tres personas más. Justo mientras hacía mi examen riguroso sobre ellos apareció Kevin en escena.

- ¡Buenos días, pequeña Kate! – Saludó con énfasis – ¿Otra vez persiguiendo fantasmas? ¿Es que no vas a aprender nunca?
- Shhh… Calla. Estaba pensando… bueno, es estúpido, tú sabes en lo que estaba pensando, pero, ¿sabes quiénes son todos esos? – Quise saber sobre el enemigo.
- A decir verdad los conozco un poco. Están en Derecho, en la clase de Susan concretamente. A ella no les cae muy bien y menos desde que se juntaron con Grace – Explicó – Mira, ¿ves el de los pantalones verdes y la camiseta negra? Ese es Jason, el novio de Emily, la morena de pelo extra-largo que está sentada a su lado. Luego está Alyson, la pelirroja de pecas que está a la derecha y el de abajo es su hermano Eric y, por último, el rubio de abajo del todo es Ben, y está coladito por Alyson.
- Wow, vaya análisis, pensaba que me dirías un “Lo siento, no sé nada de la vida de esos pardillos” y, sin embargo, te ha faltado tiempo para decirme sus DNI – bromeé.
- Me subestimas, te recuerdo que todo lo que se por las mentes, llega ala mía, por tu desgracia, o, en este caso, tu fortuna – Sonrió – Por cierto, Grace nos acaba de ver y está pensando cosas muy feas de nosotros. Mejor nos vamos a clase, ¿no crees?
- Sí, es el mejor plan – Dije de camino a nuestra clase.

Puede que no sepa muy bien qué quieren de mí, pero al menos sé quiénes son y los líos que tienen internamente. Además, siempre que vaya con Kevin no tengo problema alguno. Él sabe lo que piensa la gente.

Además, nada va a quitarme de la cabeza lo que tengo mañana por la noche: Mi vigésimo cumpleaños. ¡¡¡FIESTA!!!

sábado, 9 de julio de 2011

Sexto capítulo.

No somos los únicos.


Querido diario:

Días después de la noche en casa de Susan nos fuimos a un concierto todo el grupo. Nada fuera de lo común. El concierto no estuvo nada mal, aunque me esperaba un poco más, si te soy sincera. Sin embargo, con la compañía que tenía todo era estupendo. Ese día nos controlamos bastante con la ingesta de alcohol, por lo que, no hubo ningún tipo de desmadre.

Sin duda había sido una gran noche. De regreso a casa, a eso de las siete de la mañana, cuando volvía de desayunar con los chicos después del concierto, me topé con una pareja peculiar. Como siempre, me puse a observarles – no puedo evitar hacerlo – ellos, como me solía pasar a menudo, no repararon en mi presencia y siguieron con lo que estaban haciendo. Hasta que algo raro sucedió. De repente, la chica se quedó paralizada y sus ojos se movían de un lado a otro sin parar. Su acompañante, por el contrario, parecía estar acostumbrado a la situación y esperó el momento. Entonces, ella volvió en sí, le dijo algo por lo bajo a él, no supe con certeza qué era, pero al ver sus caras supe que algo malo me iba a pasar. Ambos se percataron de mi presencia y sus miradas por poco consiguen fulminarme. Cuando pasaron a mi lado, me permitieron tener esa sensación tan rara; la mima que percibí en Grace.

Cuando se perdieron en la lejanía, un escalofrío me recorrió la espalda. Algo malo iba a ocurrir y yo sería víctima de ello. Pero ¿quiénes eran esos dos y qué podían ser capaces de hacerme?

sábado, 2 de julio de 2011

Quinto capítulo.

El chico de la mariquita en el dedo.

Querido diario:

He de reconocer que últimamente he estado un poco ausente, casi no te cuento cosas con sentido, sino tres frases absurdas, las primeras que se me vienen a la cabeza, y concluyo así mi día. Sin embargo, no me ha pasado nada interesante. Te parecerá extraño dado que yo no soy alguien "poco interesante" para la mayoría. Pero este don - o mal, según se mire - no está dando de sí todo lo que podría, no sé cómo explotarlo, es más, no sé cómo usarlo bien todavía. Es estúpido, tanto tiempo conviviendo con él y aún es un auténtico desconocido...

Para romper con la monotonía de estas semanas me ha pasado algo que es digno de contar. Como cada viernes, mis amigos y yo nos reunimos en casa de Susan ya que sus padres siempre se van de cena con sus amigos. Ese viernes además, no se quedarían en casa, por lo que decidimos montar una fiesta privada. Solo nosotros. Comenzamos con una película alimentándonos a base de palomitas, refrescos y algunas pizzas que encargamos. Luego karaokes y para continuar unas rondas de "yo nunca". Ya estaba entrada la noche y el alcohol empezaba a hacer estragos en nuestros cuerpos y entonces ese "Yo nunca" que a todos nos marcó: "Yo nunca he tenido superpoderes" dicho por Kevin, hizo que todos nos miráramos uno a uno esperando a ver quién era el primero en beber. Para nuestra sorpresa, ninguno bebió. 

Efectivamente, sin darnos cuenta todo nuestro grupo de amigos tenemos un don en concreto, algo especial. Sin embargo, parece ser que ellos lo controlan mejor que yo y se las pueden ingeniar muy bien con él. Esa noche uno a uno nos fuimos revelando nuestros secretos empezando por los que yo ya sabía, el de Susan y el de Kevin, les proseguí yo y luego Paul nos contó que tenía telequinesia, Aria se podía transformar en aquella persona que pensara y Tom era capaz de hacerse lobo cuando quisiera. Decidimos que este sería nuestro gran secreto y que al saberlo nuestro deber era protegernos. Como si de superhéroes se tratara. Nos sentíamos poderosos juntos.

A la mañana siguiente, cuando salí de casa de Susan para dirigirme a la mía me paré un rato en el parque que está a medias entre ambas casas, para, como siempre, mirar a la gente que pasaba. No estaba de humor, tenía mucha resaca de la noche anterior y lo que quería era estar en un lugar tranquilo viendo pasar a las parejas jóvenes y a las que no lo eran tanto. Quería escuchar los pájaros y que la brisa me enredara suavemente el pelo. Y entonces le vi a él. El chico más misterioso y extraño que jamás había mirado. Estaba sentado en un banco próximo al mío pero en la fila de enfrente y estaba observando una pequeña mariquita que tenía en su dedo. Tenía el pelo castaño, el pelo engominado hacía arriba, iba vestido con una camiseta roja y unos pantalones oscuros y en sus pies unas Vans Classic de color rojo. Me pasé un largo rato mirándole, hasta que en un momento, pareció darse cuenta de mi presencia y se fue. Percibí una sensación muy rara, casi igual como la que sentí cuando me encontré con Grace aquella vez. ¿Mi intuición querrá decirme algo?

Cuarto capítulo.

La realidad de Susan y Kevin.

Querido diario:

Tenía razón, no soy la única en este mundo. Aunque tampoco sé cuántos más seremos "especiales". Sin embargo, para mi sorpresa las personas que he descubierto con algún don especial estaban mucho más cerca de mí de lo que creía imaginar. 

Susan y Kevin era una de las parejas que había en nuestro grupo de amigos desde siempre. No les recordaba a ninguno sin el otro. Tenían una especie de conexión invisible entre ellos y creaban una simbiosis perfecta, ella le ayudaba a él y él a ella. Nunca había visto una pareja tan bien formada. Además, lo que más me extrañaba era esa capacidad que tenían los dos de mirarse y saber qué estaba pensando el otro. Tenía una auténtica envidia por eso. Yo jamás había encontrado a una persona que me completara tanto como lo hacían ellos dos, sin embargo, tampoco era algo que ansiaba.

Hoy, descubrí una de las razones por la que ambos están tan unidos: ambos saben del poder del otro. Creo que es un punto de mucha confianza entre ellos. Sin embargo, no sé en qué momento exacto decidimos confesarmos ese secreto entre nosotros.

Desde aquel primer encuentro con Grace sigo dándole vueltas a la cabeza y eso es algo que me está pasando factura. Casi no duermo y eso se refleja en mis enorme ojeras marrones bajo mis ojos. Además, ando muy asustadiza y con mucho temor de que alguien sepa algo de mí. Kevin parece que fue el único por darse cuenta de mis pensamientos que se acercó a mí en el momento que estaba recordando una pesadilla que estoy teniendo siempre. Estoy rodeada de personas con dones impresionantes y yo no soy capaz de usar el mío para escapar, no puedo congelarles, ni puedo retroceder para llegar al momento antes de que me acorralen... Entonces es cuando la voz de Kevin irrumpió en mis pensamientos.

- ¿Qué es lo que te pasa últimamente? - Me observó fijamente a los ojos esperando que le dijera algo que ya sabía.
- ¿A mí? Nada - Quise disimular, pero se ve que no con gran éxito.
- Hace días que estás muy diferente. Ojerosa, huyes de todo, tienes miedo de quedarte hasta muy tarde. Tú antes no eras así, tú antes eras más fuerte. - Me recordó quién era.
- Digamos que últimamente mi vida ha sufrido algún tipo de caos que hace que todo me vaya para atrás, pero no te preocupes, seguro que es por épocas. Ahora mismo estoy en la parte baja de la montaña rusa pero ya volveré a subir - Puse énfasis en mi respuesta.
- Kate tengo que contarte algo que creo que te va a ayudar mucho - hizo una pausa - verás, no eres la única con algún tipo de "don" como tú repites en tus pensamientos. Hay más personas que los tienen. Yo soy una de ellas. Puedo escuchar los pensamientos de los demás, por eso, siempre estoy al tanto de lo que le pasa a cada uno de vosotros. - Confesó.
- Entonces, ¿por eso tienes tanta compenetración con Susan? - Me eché a reír.
- Entre otras cosas, esto la verdad que ayuda mucho. Espera un segundo - Se quedo en silencio mirando hacia Susan y asintiendo levemente con la cabeza - Ahora va un segundo secreto. Susan también es como nosotros. Ella puede volar y teletransportarse. - Sonrieron al mismo tiempo.

¿No es increíble? Dos de mis mejores amigos. La pareja ideal por excelencia en el grupo son iguales que yo. Parecerá una tontería pero esto me hace sentir muy bien. Ahora sé que tengo su apoyo. Ahora sé que no estoy sola en este bando.

Tercer capítulo.

¡Los fantasmas nos persiguen!


Querido diario: 

Sigo dándole vueltas a lo que me ocurrió la semana pasada. ¿Cómo es posible de que alguien desaparezca tan rápidamente? No me explico como en un segundo de distracción haya pasado esto. 

Pensé que esto era un hecho más, relevante sí, pero que no tendría tanta importancia. Pero ayer ocurrió lo que menos me imaginaba. Grace, la enemiga de mis amigos, esa que desapareció delante de mis narices, se dignaba a hablar conmigo mientras volvía a casa después de las clases. 

- Eres Catherine, ¿no? - Me preguntó.
- Sí, pero no me gusta que me llamen así, llámame mejor Kate. - Contesté con una sonrisa algo forzada. ¿Por qué quería ella hablar hoy conmigo?
- El otro día te vi por el paseo - hizo una pausa - Noté algo extraño en ti, que ahora mismo también lo noto, y además creo saber que tú también lo notas ¿no es así? 
- Eemm... no... sé... de qué... me hablas... ¿qué... qué... qué quieres decir con eso? - Balbuceé.
- No te hagas la tonta, sé perfectamente que sabes que no soy normal, de la misma forma que yo sé tú tampoco lo eres. Sé que tienes algún tipo de poder. - Intimidó con su tono de voz.
- Lo siento, no tengo tiempo ahora para hablar me espera Susan en el coche. - Quise cortar rápidamente su tema de conversación.
Pensé que por haber cortado de forma tan rápida y precisa a Grace mi secreto estaría a salvo. Pero creo que no, que ya no hay vuelta atrás, lo sabe de la misma forma que yo sé que ella puede hacer algo.

Por la noche tuve pesadillas horribles. Una detrás de otra iban pasando por mi subconsciente impidiéndome dormir. Fantasmas que me perseguían en mi sueño diciéndome "sé lo que eres, sé lo que puedes hacer". Me desperté bañada en sudor. ¿Cuándo había cambiado tanto mi vida? ¿Cuándo había dejado de llevar mi poder lo mejor que he podido y ahora siento que todos lo saben y me juzgan por ello? No sé qué hacer.

Segundo capítulo.

Me he dado cuenta de algo.


Querido diario:

Ayer te conté el secreto mejor guardado de toda mi vida. Y hoy, tras un agotador día, vuelvo a ti para escribir en tus páginas otro relato más sobre mi jornada.

No te puedes imaginar la extraña sensación que da al ver el tiempo parado. Sientes una soledad más inmensa que jamás antes has podido captar, o has podido sentir. Por un momento eres dueño del tiempo y del mundo. Puedes vagar por las calles bajo la mirada de miles de maniquíes petrificados que apenas 5 segundos antes radiaban vida. Es como si una onda expansiva tuviera la culpa de provocar a esta gente su congelación, lo que ellos no saben es que la causa de todo reside en mí. En mi extraña presencia.

Hoy, por el contrario, no ha sido un día de esos. Cuando voy por la calle siempre me gusta mirar a las personas para saber qué puedo captar de ellas, qué pueden transmitir. En mi día tengo dos rutinas que cumplo siempre: la primera es que cada mañana me siento en el bordillo de mi ventana mirando cómo, abajo, interactúan las personas, si realmente esa sonrisa brindada al panadero o a sus vecinos es cierta, es sincera. Por la tarde, tengo la segunda de mis rutinas; elijo una zona de la ciudad, cada día, distinta y me paseo observando lo mismo que por la mañana pero a nivel del suelo, para estar más cercana a ellos. Hoy, y por primera vez, he percibido algo extraño en una persona. Concretamente, en la mayor enemiga de mis amigos. Era una sensación poco usual, no sentía inseguridad, ansiedad, falsedad, hipocresía, nerviosismo o incluso sinceridad; sensación que solía captar muy a menudo. Era como si una fuerza mágica hiciera algo extraño en ella haciéndola especial y diferente. La seguí en silencio y a una distancia prudencial un rato, pero tan sólo en un momento de dispersión para echar un ojo a los coches  y poder cruzar hizo que desapareciera de delante de mí su figura.

Me he quedado con esa imagen, con esa sensación durante todo el día, intentando captar algo, intentando descubrir qué significa eso. Hoy, creo que me he dado cuenta, que no soy la única en el mundo con un "don" especial.

Primer capítulo.

Quiero confesarte algo.

Querido diario:

Hoy quiero contarte algo nuevo. Algo que jamás me he atrevido a contarle a nadie. Me siento extraña, mucho más que de costumbre. Las cosas en mi vida marchan de la forma más normal posible, o que intento que vayan. Ayer, y numerables veces, puedo llegar a ver y sentir cosas que nunca nadie ha compartido conmigo. No hablo de desamor, de incomprensión por parte de los demás, de falta de cariño. Es algo distinto, algo de ciencia ficción. Cabe destacar que es algo que asusta al principio, y que a mí me sigue asustando hoy por hoy. 

Todo empezó aquel día, cuando era pequeña y estaba jugando en el parque. Estaba esperando como solía hacer siempre para poder montarme en los columpios. Me encontraba justo en las barras laterales, con los brazos cruzados y chasqueando la lengua, frustrada por no haber llegado mi turno todavía. Entonces, el niño que estaba montado en el columpio, en un ademán por aparentar algo que era técnicamente imposible que llegara a hacer de verdad, se dispuso a saltar del columpio. En su intento vi como lentamente había jugado mal, como se iba a caer al suelo y sin reaccionar más allá de mover los brazos para taparme los ojos, dejé de escuchar el bullicio de mi alrededor. Ya no se oían los niños gritar, las risas de las madres, las regañinas de las otras, el sonido de los coches, el crujir de la arena bajo nuestros pies. Abrí los ojos por esta extraña sensación y descubrí lo más sorprendente de mi vida: El tiempo se había parado. Sin saber cómo lo hice, rebobiné lo sucedido y el tiempo volvió a su curso. El niño que unos minutos antes iba a caerse, seguía montado en su columpio, como si nada hubiera pasado. Sin embargo, ahora la historia no se repitió, conseguí cambiar su final y evitar su caída.

Desde ese día, hace ya 17 años y medio, he de confesarte que tengo un don, como muchos lo llamarían, o una maldición, para otros. Para mí es algo que va conmigo, algo propio de mí.