miércoles, 28 de septiembre de 2011

Noveno capítulo.



El chico misterioso.

Querido diario:

Hoy me he despertado mejor que ayer. Pero sin duda este dolor de cabeza y todas estas magulladuras de mi cuerpo hacen que me duela hasta respirar… Supongo que es normal.

Sinceramente, recuerdo poco de aquello, pero se me ha quedado grabado en la mente ese chico tan raro. Era el mismo que observé una vez en el parque, tenía una mariquita en la mano. Una extraña energía mana de él y todavía no sé exactamente por qué, pero es algo que me fascina. Como la luz para los insectos, que se quedan hipnotizados por su brillo, pero espero no correr la misma suerte que ellos.

Cuando desperté de todo el barullo que me había pasado, estaba en una cama en una habitación oscura. Pero era muy acogedora, tenía una decoración muy moderna y que llamaba la atención. La cabeza me dolía más que nunca y era como si toda una banda de trompeteros estuviera estallando en ella. Intenté moverme pero me dolía todo el cuerpo y no pude evitar gemir del dolor. Apareció él en escena cinco segundos más tarde de mi sonido.

- No deberías de hacer eso, estás muy débil y tienes muchas heridas. – Dijo muy seriamente.
- Gracias, pero creo que sé apañármelas sola la verdad. – Me hice la dura como siempre.
- ¿Seguro? Si quieres te vuelvo a dejar con ellos a ver qué tal te las apañas ahora – Ironizó.
- Vale… tienes razón ahí no estuve muy fina, pero eran muchos contra mí, ¿qué podía hacer? – Pregunté.
- La próxima vez no ir sola a esas horas y mucho menos por esas calles. Es, por así decirlo, su territorio y cuando alguien que les es non grato sufren las consecuencias como tú. Aunque en realidad, creo que te conocían, ¿no? – Preguntó. – Al menos… esa impresión daba ya que gritaban tu nombre.
- Sí, están todos en mi Universidad… pero no nos llevamos muy bien como has podido comprobar. No sé por qué fueron contra mí. – Me sinceré.
- Puede que tengas algo que ellos quieran o que te encuentren como una amenaza… He recogido a varias personas de sus garras pero a ti es a la peor que han dejado. Estaba prácticamente muerta cuando alcancé a cogerte. – Explicó.
- ¿Muerta? ¿Y porque ahora mismo me siento “tan bien”? Quiero decir, aparte de los dolores no me siento como una zombie o como una persona que ha resucitado. – Me extrañé.
- Bueno… tú no eres normal. No eres la única, y, además, lo sabes y lo has podido comprobar. Yo también soy de tu clan, por así decirlo. Yo también tengo mis poderes y mis secretos. Por eso estás aquí, gracias a mí y a mi poder. – Me sacó de dudas.
- Tu… ¿poder? ¡Espera, espera, espera! ¿Tú también puedes hacer algo? – Pregunté escandalizada. Por esa razón era tan misterioso para mí. Me pasa siempre con las personas que tienen poderes…
- No soy de los que revelan esto tan fácilmente pero creo que en ti puedo confiar. Estás en el lado de “los buenos”. Tengo el poder de resucitar a los muertos y también poseo la inmortalidad – Confesó.
- ¡Hala! ¿De verdad? Por eso me has podido salvar a pesar de que estuviera casi muerta… – Empecé a encajar todas las piezas.

Estuvimos hablando largo y tendido de cosas que no tienen la mayor importancia ahora, un poco de gustos, de formas de pensar y de ver la vida. Sobre nuestros poderes, sobre si conocemos a alguien más que sepa hacer algo y demás. Poco interesante pero muy largo como para andar contando. Serían muchas y muchas hojas.

PD: Sé que me mataré cuando en un futuro vuelva a leer esto, pero… ese chico tiene algo que me mata por dentro y me deja sin respiración. Casi igual que estas heridas que tengo ahora que no me permiten hacerlo…

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