martes, 6 de diciembre de 2011

Undécimo capítulo.


¡El chico misterioso tiene nombre!

Parecía que desde ese día que me salvó la vida todo giraba en torno a él. Parecía como que tenía un sexto sentido para encontrarme. O quizás yo era la que tenía el sexto sentido para atraerle. No estoy muy segura, solo sé que estaba ahí conmigo, en el paso de peatones y me quedé paralizaba, inmóvil. La sangre dejó de fluir por mis venas porque mi corazón se fue de vacaciones al menos unos segundos. Hasta que su gesto de: “te puedes quitar las cascos para que me escuches” hizo que reaccionara en seguida y algo titubeante logré decir:

- Lo siento no me di cuenta que seguía con los cascos. A veces soy demasiado despistada.
- Sí, ya lo he notado y, además, también te gusta mucho el peligro. – Dijo con una sonrisa.
- Bueno… solo fue una vez, ¿por qué me dices que me gusta al peligro? – Pregunté extrañada.
- De cierta forma, me he comparado con el peligro. Desde que te salvé aquél día no sé por qué extraña razón pero hace que te encuentre en todos los sitios, es algo muy raro la verdad. Jamás me había pasado con nadie. – Fue su respuesta y continuó. – Bueno, ¿y qué estás haciendo por aquí? ¿Tenías algún plan para hoy?
- Pues… la verdad que nada especial. Pensaba ir al paseo marítimo a observar a las personas pasar. Pensarás que es una estupidez pero es algo que suelo hacer muy a menudo. Cada día voy cambiando de lugar y me siento por ahí mirando a las personas que pasan. – Contesté algo tímida, ya que no se lo había contado jamás a nadie.
- No, no me parece estúpido, yo también suelo hacerlo o, más bien, lo hacía cuando era más pequeño. Supongo que con la edad uno se va cansando de hacer lo mismo sin ver algún resultado que le entusiasme. – Sonrío de medio lado.
- Pues yo no me canso, será porque lo que me aporta la gente que observo me llena por dentro y me hace sentirme… no sé… un poco más viva, un poco más integrada en la sociedad. Suelo ser una persona solitaria, pero no por miedo a nada, sino porque siento que no encajo en muchos sitios. Mi grupo de amigos es todo con cuanto me relaciono, de resto… poco más tengo que decir. – Suspiré.
- Y, ¿acaso eso te supone un problema? Quiero decir… la soledad no es mala. Las personas tienden a obsesionarse con compartir su vida eternamente con alguien sin mirar quién es ese alguien. Se adentran en relaciones fallidas una y otra vez para poder sentirse vivos, sentir que algo les complementa. Pero no lo hacen a conciencia, no lo hacen pensando qué es lo que buscan, o qué es lo que quieren de verdad. Y comienzan a fracasar y así una y otra vez. Hasta que al final se sienten mal consigo mismos porque no han sido capaces de llenar ese hueco. Desde pequeño yo siempre he tenido algo claro: para amar a alguien, debemos de amarnos a nosotros mismos primero. Ya luego debemos de saber qué buscamos, y seguidamente buscar esa… – Paró de repente.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué te has parado? – Quise saber.
- Lo siento, a veces hablo demasiado y creo que puedo aburrir con tanta filosofía, son tonterías que no tienen ni sentido muchas veces. Perdona si caigo pesado. – Contestó apurado.
- No tienes que justificarte, yo también suelo filosofar mucho. Pero más bien conmigo misma, así que siempre viene bien escuchar a alguien que piense igual. – Sonreí.
- Bueno, simplemente decía que cuando sepamos qué queremos pues debemos de buscar a la persona que más se ajuste a lo que deseamos. Así es como seremos y podremos ser felices con otra persona, de lo contrario, todo saldrá mal.

Nos pasamos toda la tarde hablando de infinidad de temas, evaluamos a la gente que pasaba, nos reímos con algunas bromas que dejábamos caer cuando no estábamos tan serios como antes. Fue, lo que se suele decir, una gran tarde.

¡Ah! Por cierto, se me olvidaba, se llama Dan, así que ya dejará de ser el “chico misterioso del poder inmortal”

No hay comentarios:

Publicar un comentario